Aquel día de barro y escarcha yo te tuve cara a cara, con la mirada desafiante y los pómulos encendidos, repartiendo tarjetas de despedida con tu pasado de piedra, negándome tus clavículas heladas y la espinosa flor de tus hombros mordidos, sacudiendo interrogaciones al paso de la cabalgata del desahucio mientras sonaban trompetas letales. Y después de toda esta miseria puede que el tiempo nos de la razón como a los locos o a los tontos, porque por algún oscuro misterio de la sangre nuestras caricias siempre superan en violencia a nuestros golpes.
Quizás sea porque ambos sabemos que, a veces, tapa más goteras un te necesito que un te quiero, o quizás porque te pierden mis ojeras "ese agua gris donde crecen tus verdes nenúfares tristes", como a mi me pierden tus rodillas heridas, el caso es que aquel día de barro y escarcha nos tuvimos frente a frente llamando a todas las puertas del daño y luego nos molimos bajo la lluvia como si nuestra vida fuera un poema de Pizarnik, donde el amor se resbala por la pena como un vestido hacia tus pies.
La última frase es preciosa. Qué peligroso estar cara a cara, ¿verdad?
ResponderEliminarBesos
Siempre he querido ser ese vestido. Que las penas se me resbalen.
ResponderEliminarMuchos besos de leyenda.