
Sólo creo en la distancia y en el tiempo.
Hubo una época de contrita credulidad
en las verdes escaleras de tu escote.
Pensar que todo era posible en una
mañana, incluso estirarnos el alma
por los fervorosos labios acariciando,
rozando, el efecto esplendido de la
levitación.
Pero nuestro amor es un tren recién salido.
La noche nos rodea como
un sombrío circulo de infinita longitud,
como un abrazo de brazos enfermos de
ensanchamiento.
A tientas te busco en la amplitud: por el
erfume, por el naufragio, por la reminiscencia.
Desnortado vuelvo al centro, y
concluyo exhausto que de algún modo
Todos andamos buscándonos en circulos.
Y que todas las mujeres y todos los hombres
amamos lo que encontramos, no lo que buscamos,
pues nunca lo alcanzaremos en esta tragedia cóncava.
Cada vez más
Ancha,
Cada vez más
Vacía.
Y el día es caminar sin pausa hasta la muerte,
Y observar como se suceden los hombres y las estaciones,
Y recoger sus sabrosos frutos fugaces,
Y anhelar calidez en la gelidez de los inviernos
Todo en vano,
pues la noche siempre vence
y el día es su esclavo.
Todo en vano,
pues la noche siempre vence
y el día es su esclavo.
Por cierto, vaya cambio ha pegado el blog...
ResponderEliminarcuando hay labios que son capaces de estirar el alma, amigo Germán, no hay más noche que la noche cómplice, ni más tiempo que aquel momento que siempre permanece en la memoria
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