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jueves, 13 de agosto de 2009

Su nombre es un holograma


Debo decir que había prometido que mi próximo texto no sería sobre amor, ni siquiera sobre desamor, al menos sobre esa parte del amor que implica erotismo, atracción, pelos, derrota o café para dos.
El motivo es que estoy aburrido de hablar, escuchar, leer y escribir sobre él. Hay muchas más historias y temas en esta vida de los que hablar y que me interesan tanto o más que ese sentimiento ruin y hermoso, perfecto en su imperfección.

Justo había pensado escribir sobre alguna peli de Bergman, algún disco que me haya rasgado la piel o el sinsentido del 80% de las cosas que suceden cotidianamente. Porque la realidad es todo menos la realidad que pretende o pretendemos creer que es. Un ejemplo, ayer perdí la tarde en buscar una comisaría para renovar el DNI, ¿te dás cuenta? ¿no es absurdo perder tiempo en trámites, compras, carreras, luchas por el tren y enfados inútiles? El mundo está montado sobre un gran absurdo. No vinimos aquí para eso, vinimos para trepar las enredaderas del tiempo con jirónes de vida en las manos.

Pensé escribir sobre ello, pensé colgar un cuento de Monzó, da igual. Hoy no voy a escribir sobre lo que pienso, sino sobre lo que siento:

Había una vez una chica que lanzaba piedras al río y se sentaba a esperar que este le respondiera. En vano. Cada día probaba a lanzar un poco más lejos, pero a medida que se acercaba, crecía en su pecho un punzante miedo al agua y pasaba días sin volver a intentarlo.
El río seguía sin responder. Así que una noche eligió entre la soledad y el horror.
Tomo en su manos dos enormes piedras y corrió hacia el río con los ojos cerrados y gritando fuerte, corrió y corrió hasta que se fundió con el río y ella misma fué agua. Una vez allí, dejó caer las dos piedras hasta el fondo.

Yo estaba hundido en el fango del río, negándome a la luz y a los días permanecía inmovil y hasta los peces me habían retirado la palabra. Una noche me despertaron dos fuertes golpes en la cabeza. Al levantar la vista ví una temblorosa túnica blanca. Decidido, corte mis cadenas, desenterré mis pies del barro y emergí del agua helada.
No tiene piel ni rostro, es un caos informe como el humo del último cigarro quemado por la madrugada. Pero sé quien es porque la imaginaba en mis barrientas noches de insomnio.
Le ofrezco un barco hacia la luna...

Llevas dos días en mi cabeza y anoche también estuviste en mis sueños.

VEN, te espero en madrid.




PD: Algunas palabras esconden pistas






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