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domingo, 6 de marzo de 2016

The woman who I never saw


Aquel día de barro y escarcha yo te tuve cara a cara, con la mirada desafiante y los pómulos encendidos, repartiendo tarjetas de despedida con tu pasado de piedra, negándome tus clavículas heladas y la espinosa flor de tus hombros mordidos, sacudiendo interrogaciones al paso de la cabalgata del desahucio mientras sonaban trompetas letales. Y después de toda esta miseria puede que el tiempo nos de la razón como a los locos o a los tontos, porque por algún oscuro misterio de la sangre nuestras caricias siempre superan en violencia a nuestros golpes.

Quizás sea porque ambos sabemos que, a veces, tapa más goteras un te necesito que un te quiero, o quizás porque te pierden mis ojeras "ese agua gris donde crecen tus verdes nenúfares tristes", como a mi me pierden tus rodillas heridas, el caso es que aquel día de barro y escarcha nos tuvimos frente a frente llamando a todas las puertas del daño y luego nos molimos bajo la lluvia como si nuestra vida fuera un poema de Pizarnik, donde el amor se resbala por la pena como un vestido hacia tus pies.

2 comentarios:

  1. La última frase es preciosa. Qué peligroso estar cara a cara, ¿verdad?

    Besos

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  2. Siempre he querido ser ese vestido. Que las penas se me resbalen.

    Muchos besos de leyenda.

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