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martes, 26 de octubre de 2010

Moléculas, si, pero celestes


A pesar 
de las probetas
los audífonos
los falsos colmillos
la arrogante genética
o el metal de nuestras gafas

A pesar de todo ello, hijo mio,
no quiero que olvides
tu animal belleza,
ni la sangre de tu dedo meñique
ni la visión de mi aliento que se marcha
adonde nadie aún sabe. 

Hijo, me huyo y nadie puede detener mi marcha,
quien agarró mis ropas las recogió vacías,
quien tocó mi cuerpo de cenizas se manchó.
Y no hay grito que silencie a la siniestra danza


Hijo, el amor respira, los fantasmas existen,
la ciencia no ha matado a la poesía y la vida,
humana demasiado humana,
sigue siendo el mayor misterio y la más
maravillosa equivocación del universo.

Por eso, 
mi sola herencia es la naturaleza que te aguarda
desde antes que los hombres inventasen al hombre.
Así que lanza tus ojos hacia ella y hallarás,
en la perfecta moral de su imperfección,
la anarquía donde todo tiempo origina su fin.

3 comentarios:

  1. La tecnología nos hace la vida más fácil y nos abre puertas a otros mundos, pero creo que es muy importante mantener el contacto con nuestro yo más salvaje y, de vez en cuando, tumbarse sobre la hierba a mirar las nubes, o adentrarse en el bosque y llenarse las botas de barro, o simplemente reunirse con los seres queridos entorno a una comida casera o dejar el ordenador un rato y jugar al parchís con tu abuela :)

    Tu poema me da una sensación de redondez, me gusta tanto en la forma como en el mensaje.

    Beso

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  2. Qué bonito mensaje. Y, además, cierto. Sobre todo la idea de que la ciencia no ha matado a la poseía :)

    Un saludo, y que vaya bien.

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  3. Muy bueno, en serio. Aunque debo confesar que soy de los que cree que la palabra 'animal' suena más humana que 'humano'.
    Ah, sí, por cierto, no eres el único hombre que pasa por mi blog, pero sí el único que se anima a comentar.
    ¡Saludos!

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