El llanto sin lágrimas asfixia
cual humo que hiere los pulmones.
Es necesaria una soledad oceánica
Para no anegar de frío nuestras pupilas
Cuando lloro por dentro una lluvia lenta
Por fuera me lloran músicas y paraguas.
Seco mis ríos con juegos y poemas
como alivia el canto del pájaro a su jaula
Sé que desde algún sueño lejano,
tu estás viniendo con el pañuelo blanco
que limpiará mis cloacas desbordadas.
No evitará el nacer de nuevos arroyos
Pero tu desnudez me servirá de consuelo esas tardes
torrenciales, raras, feas como una calle parcheada.
De momento, la esperanza de tu cuerpo seco y caliente
desafila la cuchilla de afeitar: fría, solícita y erguida,
Como la guillotina de un emperador.
¡!
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