Sin pensarlo demasiado escogí "Horses", de Patti Smith, y me senté junto a ella para escuchar mejor a esa voz diabólica de Chicago que se esparcía por el piso como una nube de humo melancólico que nos asfixiaba a los dos. Y yo apagué el cigarro y ella me pasó el ron, y bebimos en silencio contemplando la pared mientras la niebla de Patti se hacía densa en nuestras narices, y apenas oímos como un rumor al trueno que incendiaba Madrid a dos manzanas de nuestro propio incendio; de la hoguera de Patti y del ron, del fuego de nuestras mentes embotadas y de nuestras lenguas solitarias y encendidas.
Y fuimos extrañamente felices hasta que el gramófono cesó.
Y fuimos extrañamente felices hasta que el gramófono cesó.
¡Bravísimo, encanto!
ResponderEliminarMe encanta leerte, ¿te lo he dicho?
Cariñitos.