-¿Me prestas tu sudadera verde? Me la quiero poner esta tarde.
-No entiendo como te gusta tanto mi ropa, con lo grande que te queda y lo vieja que está.
-Lo sabrías si no fueras tan bobo.
-¿Me he perdido algo?
-No. Simplemente, cuando estoy esperando el autobús o rodeada de extraños en un bar y el mundo se me viene encima, me gusta agachar la cara y oler tu sudadera verde.
-Misterio resuelto, entonces.
-Ya ves que tonta soy, cariño, solo me la pongo porque huele a ti.
Solamente hay una cosa mejor que la ropa de chico en sí...
ResponderEliminarque esa ropa de chico... huela a chico... sí...
:)
ResponderEliminarHay algo muy maternal y primitivo, incluso, en eso de recurrir a los olores para evocar sensaciones y sentimientos, para sentirnos abrazados o reconfortados. Será porque el olfato está ubicado en nuestro cerebro primigenio, ese que vino antes de la emoción y el intelecto.
Kisses que, aliviados, no ven la pantalla borrosa por primera vez en toda la semana ***
Jejeje, qué típico eso de ponerse la ropa del ser amado para que su olor nos acompañe.
ResponderEliminarMuy tierno :)
Jajaja. El misterio estaba resuelto desde el principio, pero cómo hay hombres a los que les gusta que les repitamos las cosas. Sobre todo cuando se trata de asuntos del corazón :P
ResponderEliminarMucha luz para tu corazón, encanto.
Qué buena historia con tan pocas palabras.
ResponderEliminarSaludos de una nueva seguidora ;)
Ahhhh.. y por eso también se ponen nuestras camisas para ir al baño, después de hacer el amor.
ResponderEliminarMe reí con el comentario de Mariana x)